Cursillos de Cristiandad  
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    Movimiento de vida cristiana, preferentemente juvenil en sus comienzos, de amplia difusión posterior por todo el mundo. Nació de la Juventud de Acción Católica de Mallorca. En el año 1948 la Juventud de Acción Católica Española realizó una gran peregrinación a Santiago de Compostela con jóvenes con 100.000 peregrinos.
   Los jóvenes de Mallorca, como fruto de la peregrinación, celebraron luego una convivencia o retiro de varios días.
   La fecha de comienzo, el 7 de Enero de 1949 en el Santuario San Honorato de Randa, quedará como fecha fundacional de esta realidad, movimientos y experiencia religiosa. El Obispo de Mallorca, Mons. Juan Hervás, apoyó la idea y publicó un libro, "Manual de Dirigentes", muy usado en el Movimiento y síntesis de las consignas y del espíritu.
   Luego los Cursillos empezaron a extenderse en el mundo entero. En 1953 se celebraron diversos grupos en Colombia, Argentina, Perú, Venezuela, México... Y pocos años después se habían difundido por los países anglófonos desde Estados Unidos y por los francófonos.
    El Movimiento fue aprobado por Pablo VI, que le dio a San Pablo como patrón en 1963. El mismo Papa presidió la primera "Ultreya" mundial en Roma en el año 1966, con 4.000 participantes.
    Veinte años después de su fundación, los cursillos se habían esparcido en los cinco continentes. Incluso  comunidades protestantes perfilaron sus propios Cursillo según su metodología, especialmente los Anglicanos y los Episcopalianos que lo adopta­ron íntegramente. Los Metodistas, Presbite­rianos y Luteranos, modificaron ciertos aspectos y adoptaron por ello nombres diferentes.
   Al terminar el siglo XX se calcula que más de 30 millones de personas, en los cinco continentes, han vivido la experiencia de un Cursillo de cristiandad. De manera orgánica funciona en más de 60 países y se halla presente en unas 1500 Diócesis del mundo.
    La espiritualidad de los Cursillos de Cristiandad es recia y sólida, cristalizada en un fuerte amor a Cristo y en una revisión de vida que conduce a la conversión y a vivir la gracia y el amor de Dios. Como se dice en la terminología cursillista, conduce a "ponerse de colores".
   La metodología se basa en la palabra y en el testimonio. Los encuen­tros (ultreyas) al final de cada convivencia se convierten en fiestas del Espíritu Santo, en donde cada uno narra las maravillas de Dios en su alma.

El lema de "vivir y compartir lo funda­mental del cristianismo con los demás" es cautivador y la práctica de formar grupos posteriores de mantenimiento y anima­ción evangélica entra en la metodología del cursillista.